(DEL 20 al 28
marzo)
Son las
tres de la mañana del día 20 de marzo, por fin llegó la hora.
Emprendemos
el largo viaje, primero al aeropuerto de Barajas y luego tras un vuelo de más
de cuatro horas llegamos a Sofia, el minibús nos espera y tras cargar el
equipaje salimos para Borovets.
El
recibimiento impresionante, un bosque inmenso de abetos blancos, tapizados de
nieve, que con más de 1m reciente lo
cubre todo.
Los días
siguientes son frenéticos, primero el Musala, el más alto de Bulgaria, accediendo por las pistas de la estación hasta el fondo del valle, luego recorriéndolo
en profundidad y después de alcanzar dos falsos collados, por fin la arista
cimera y la cumbre.
Al día
siguiente el Popova Kappa, día soleado también, largo recorrido circular
recorriendo los valles y montañas de la zona para alcanzar jadeantes su cima y luego un descenso de
ensueño por la nieve polvo que rebasa nuestras rodillas.
El
Malyovitsa nos recibe con niebla y ventisca, pero tras alcanzar su pendiente
collado accedemos a la arista cimera y la cumbre, no es bueno el descenso pero
la satisfacción de llegar a la cima lo compensa.
Después
viene el traslado a Bansko, y la llegada del mal tiempo. Unos contactos previos
por la niebla espesa con los alrededores y tras visitar otro día de mal tiempo
el Monasterio de Rila, por fin llega el día esperado.
A pesar
del mal tiempo y los malos pronósticos hemos decidido ascender al Hyvonatti Vrha y el Virhen. La
niebla levanta algo según subimos y nos permite orientarnos por los inmensos
flancos de la montaña. Poco a poco ganamos altura pero tras tres horas de
marcha la niebla y la ventisca bajan y
lo oscurecen todo, no se ve a dos metros, continuamos la ascensión y
conseguimos alcanzar el Hyvonatti, pero allí decidimos dejarlo. Descenso
apasionante, a tientas, y por fin llegamos a los coches de vuelta.
La
actividad ha finalizado y a pesar de los
últimos días de mal tiempo la consideramos un éxito para nosotros. Un día de
visitas en Sofía y regreso a casa
Los Balcanes Búlgaros nos han dejado huella, quien sabe si volveremos
otra vez, pero de cara al año que viene, los Alpes de Lyngen noruegos o el
monte Ararat parecen llamar ya a nuestra puerta.